La
megarexia representa el lado opuesto de la anorexia: las personas que la sufren se ven a sí mismas sanas y
delgadas cuando en realidad padecen obesidad.
Su
distorsión del esquema corporal, tan común en los trastornos relativos a la
alimentación, les lleva a sentirse satisfechos y orgullosos de su físico
(opinan que el exceso de peso es sinónimo de fuerza y vitalidad), por lo que no siguen ningún tipo de dieta, no hacen ejercicio y suelen
llevar hábitos de vida poco saludables, incluyendo la ingesta de una gran
cantidad de alimentos con “calorías vacías” (bollería industrial, patatas fritas,
golosinas, dulces,
comida precocinada...) cada día de la semana, lo que conduce, con el tiempo a
tener una grave y preocupante carencia de vitaminas o minerales.
Consecuencias
El déficit de nutrientes provoca una alteración en la
bioquímica del cerebro (como
en la anorexia), por lo que los megaréxicos no son conscientes de que padecen
una enfermedad.
Si
la persona no es consciente de su obesidad,
continuará con sus malos hábitos alimenticios y seguirá ganando peso. Aumentando
el riesgo de sufrir muchas enfermedades crónicas, como las siguientes:
·
Síndrome metabólico.
·
Arteriosclerosis.
·
Infarto de miocardio.
·
Accidente
Cerebrovascular.
·
Hipertensión.
·
Apnea del
sueño.
·
Cáncer, entre otras.
Por
otro lado, sin una alimentación saludable que incluya frutas y verduras
frescas, muchas personas con megarexia al cabo de un tiempo sufren
importantes deficiencias nutricionales que pueden provocar anemia, entre
otras graves afecciones.
Prevenir la megarexia
La forma de prevenir de una manera generalizada este trastorno es establecer
desde la niñez un estilo de vida saludable en el que los niños jueguen y se
alimenten de una forma equilibrada intentando evitar productos hipercalóricos.
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